martes, 21 de octubre de 2014

ENTREVISTA A GABRIELA CABEZÓN (PUBLICADA EN CAMBIO 16)


Me interesa sobre todo la corrupción de los poderosos como clase dominante
Gabriela Cabezón

Gabriela Cabezón, escritora y periodista, es la voz negra
de la literatura argentina actual. Con una prosa brillante
y generosa, es testigo de excepción de la argentina más
sórdida y sucia, la del fango y la marginación
Escritora y
periodista

Existe alguna diferencia entre la novela negra escrita por mujeres y la escrita por hombres?
Hoy por hoy, poca: tal vez hay una mayor cantidad de protagonistas mujeres en las escritas por mujeres y una mayor sensibilidad a los temas de género. Pero de ninguna manera podría generalizarse.

En cambio, tú sí eliges protagonistas mujeres, ¿te sientes más cómoda en ese rol o te preocupa más la situación que vivimos nosotras?
Me interpela fuertemente, aunque me interpelan dos o tres temas más. Me interesa, en general, trabajar con lo excéntrico, en el sentido sencillo de no estar en el centro. La perspectiva del varón es universal, la de la mujer y otras minorías genéricas es periférica y me interesa investigar esa periferia. Entre otras cosas porque está menos construida.
En todos tus libros hay una denuncia de la corrupción individual, no de ladel poder, ¿es más peligrosa que la de los poderosos?
No es mi intención en absoluto que sea una denuncia de la corrupción individual, al contrario, siempre hablo o intento hablar de la de los poderosos en las dos instancias, como clase dominante y como clase dominante y como individuo. Puede parecer que se trata de la individual porque la lleva adelante un personaje, algunos siempre tiene preeminencia. En cuanto a la corrupción de los oprimidos, solamente me interesa en el punto en que te lleva a preguntarte: este policía que le pega a su vecino, a su primo, al que, como él mismo, pertenece a una clase no privilegiada, ¿no se da cuenta?, ¿cómo puede identificarse así con el amo?… Sin esa identificación, sería inexplicable que una cantidad mínima de personas domine al resto.
Sólo en ese sentido me interesa la corrupción del oprimido. Sería raro hacer una novela de clases, donde un protagonista sea la clase dominante y otro la dominada. Muy abstracto. Tal
vez interesante, tal vez no. Nunca leí nada por el estilo. O tal vez sí, textos que van por el lado de la alegoría más ramplona.

Debutaste con una novela que nos sumergía en los arrabales argentinos, La Virgen Cabeza, ¿tienes la sensación de que no conocemos Argentina los de este lado del charco?
La mayor parte de los que están allá no la conocen; tienen una idea parcial armada entre abuelos, tíos abuelos y bisabuelos que se vinieron para acá, también de otros que llegaron huyendo del franquismo y la de las migraciones políticas de finales del siglo XX. También la de los argentinos migrantes por las crisis económicas. Y los que son lectores, la que se desprende
de la literatura argentina. Una idea muy parcial, muy fragmentada. Por otra parte, lo mismo pasa acá con España. Se tiene una idea fragmentaria. Incluso con lo que uno piensa de su propia ciudad, en megápolis como ésta las personas nos movemos apenas en algunas zonas, por cuestiones de índole práctica, no es grato viajar cuatro o cinco horas por día para abarcar las grandes distancias y por cuestiones de intereses son alguno barrios los que concentran el trabajo y la cultura. Los demás tienen lo suyo, pero no concentrado. Yo misma, que vivo acá desde que nací, me sorprendo de vez en cuando yendo a lugares a los que no había ido nunca o que solo había visto desde arriba de una autopista. La semana pasada, por ejemplo, fui a unos lugares tremendos cubriendo el caso de una chica asesinada, aparentemente, por un grupo de muchachos cuando se negó a participar en una orgía con ellos. La crónica se llama Condenados y está en el portal de Revista Anfibia. Ahí describo una parte de Argentina, el gran Buenos Aires, poco visitada por turistas.


Pero en tu novela corta Le viste la cara a Dios tocas un tema que también tocó Ernesto Mallo en Crimen en el Barrio del Once, la desaparición de chicas para luego prostituirlas, ¿Qué grado de complicidad tiene la policía, el Gobierno, los banqueros y nosotros mismos con estas desapariciones?
Acá la cosa parece ser así: los prostíbulos son “cajas” con las que recauda la policía. Algo de ese dinero pasa a otras instancias del poder ejecutivo, por supuesto. Incluso, dicen, del judicial. No sé qué complicidad tienen los banqueros, aunque esos siempre tienen que ver con todo, tal vez laven dinero. Nosotros mismos, depende: si vas de putas, si no vas... Parece un recorte
de Sade, falta algún noble pero de esos acá no tenemos.

Y llegamos a un libro que a mí, particularmente, me conmovió mucho, ‘Beya’, ¿qué es ‘Beya’?
Beya es la reelaboración en términos de novela gráfica de Le viste la caraa Dios. Algo así como un estado de conciencia de una mujer secuestrada y esclavizada como prostituta (qué bueno que te haya conmovido).

Eres una de las voces más potentes de Argentina, ¿lo sientes así? ¿Notas el peso de la responsabilidad?
La verdad es que sí. Siento que tengo un espacio de circulación y de recepción. Pero somos muchos. Y muchos muy potentes. ¿Responsabilidad?, no sé ¿en qué sentido?

¿Cuando escribes sientes que lo tienes que hacer mejor que nadie?
No. Mejor que yo no más, en el sentido de no repetirme, no hacer siempre lo mismo, desarrollar herramientas nuevas, experimentar.

Una cosa mueve en muchas ocasiones a tus protagonistas, la venganza, ¿qué es la venganza?
El intento de reparar una situación en la que se ha sido víctima, de salir de esa situación pero de manera, acá sí, individual: reparar por mano propia, podría decirse. En general son casos
en que las instituciones no se hicieron cargo del amparo y la reparación que deben brindar.

La perspectiva
del varón es
universal, la de la
mujer y otras
minorías genéricas
es periférica

¿En qué trabajas ahora? ¿Se puede decir o eres supersticiosa?
Se puede decir. Estoy escribiendo una novela que acontece en el siglo XIX, retomando un personaje apenas mencionado en el Martín Fierro de José Hernández. La china, la mujer del
gaucho cantor. Además, junto con Iñaki Echeverría y Selva Almada estamos trabajando y publicando en Fierro una novela gráfica, El vástago, que sucede en un psiquiátrico abierto
en un pueblo de la pampa húmeda durante la dictadura. Y estoy trabajando unos textos para sumarlos a la edición de Le viste la cara a dios que una gran escritora y editora española va a publicar próximamente allá.

jueves, 16 de octubre de 2014

LEONARDO PADURA. ADIÓS A HEMINGWAY



En la memoria de Mario Conde todavía brilla el recuerdo de su visita a Cojímar de la mano de su abuelo. Aquella tarde de 1960, en el pequeño pueblo de pescadores, el niño tuvo la ocasión de ver a Hemingway en persona y, movido por una extraña fascinación, se atrevió a saludarlo. Cuarenta años más tarde, abandonado su cargo de teniente investigador en la policía de La Habana y dedicado a vender libros de segunda mano, Mario Conde se ve empujado a regresar a Finca Vigía, la casa museo de Hemingway en las afueras de La Habana, para enfrentarse a un extraño caso: en el jardín de la propiedad han sido descubiertos los restos de un hombre que, según la autopsia, murió hace cuarenta años de dos tiros en el pecho. Junto al cadáver aparecerá también una placa del FBI.
Mientras Conde trata de desentrañar lo que sucedió allí la noche del 2 al 3 de octubre de 1958, la novela nos permite asistir a los últimos años del escritor norteamericano, a sus obsesiones, miedos y a su entorno habanero, desde donde refulgen algunos objetos inquietantes, como ese revólver del calibre 22 que el escritor guarda envuelto en una prenda íntima de Ava Gardner.
Con el mismo tono crepuscular y melancólico de La neblina del ayer, y la misma eficacia envolvente de sus novelas anteriores, Adiós, Hemingway es un ajuste de cuentas de Mario Conde con su vida y con sus ídolos literarios, pero también una punzante e inolvidable recreación del Hemingway ególatra y contradictorio, acorralado por sus recuerdos y remordimientos, en los días previos a su suicidio.
               
            He coincidido con Padura un par de veces en Semana Negra de Gijón, pero por aquellas cosas del tiempo, que es egoísta y caprichoso, nunca me acerqué ni a él ni a su literatura.
            Fue en Atocha, esperando un tres que habría de devolverme al mar del sur, que yo iba leyendo a Sara Blaedel y una amiga no llevaba lectura, que entré en el quiosco (el único) de la estación de Madrid y vi a Padura y me pregunté ¿por qué no? Pensé que ya era hora de leerle. No es que yo le hiciera ningún favor comprando su magínfica Adiós a Hemingway, el favor me lo hizo él al abrirme los ojos a una manera de escribir novela de detectives con una cadencia y un ritmo muy cercano a la poesía, pero sin olvidar los elementos que caracterizan a cualquier buen libro de investigación.
            Con Padura no es que me introdujera en un mundo en el que Mario Conde intentara averiguar si Hemingway mató o no a un agente del FBI. Un cadáver aparece en la que fue la hacienda del escritor norteamericano en Cuba, provoca que el detective Mario Conde (mal nombre para un detective que nos lleva a un tocayo menos atractivo) nos arrastre por los últimos días de uno de los escritores más controvertidos de la historia de la literatura universal.
            Padura nos presenta a un Hemingway acabado, al borde de la locura. Un Hemingway incapaz de escribir y que ama a las armas más que a su propia esposa. Lo que consigue el escritor cubano con esta novela es una novela metaliteraria con los mejores trazos de la novela de detectives clásica, pero sin caer en los estereotipos. Las pruebas pueden ocultarse durante un tiempo; incluso, la verdad puede ser enterrada para siempre si con ello se mantiene a salvo la imagen de un fragmento de la novela de todos los tiempos.
            Esta novela que se publicó en España por primera vez en 2006, es ahora rescatada por Maxi Tusquets para deleite de todos los que amamos la novela negra. Aún más, para todos los que no podemos sobrevivir sin la buena literatura.

            

jueves, 9 de octubre de 2014

WILLIAM GORDON SE ENFRENTA A LAS ESFERAS DEL PODER

entrevista
William C. Gordon

La búsqueda de la justicia social ha sido
el tema central de mi vida. Los
marginados siempre salen mal parados”

Nadie como William C. Gordon, escritor estadounidense
y esposo de Isabel Allende, para enfrentarse a las
estructuras del poder y desenmascarar sus abusos,
siempre en favor de los más débiles, buscando la justicia
y la igualdad. “Si quieres leer de mí, lee a Isabel Allende.
Si quieres conocerme, lee mis libros”, afirma quien
después de 47 años ejerciendo como abogado litigante
tuvo la idea de escribir la historia de su vida.
CARMEN MORENO
FOTOS: LAURA MUÑOZ HERMIDA


               
                                                             

Si hace dos años alguien me hubiera preguntado quién es WilliamC. Gordon, habría tenido que responder aquello que con tanta gracia dice William de sí mismo: “William, Who?”. Ni siquiera le hubiese reconocido por los libros de Isabel Allende porque no soy lectora de la autora (perdóneme la señora Allende, si llega a leer este artículo). Pero, hace dos años, mientras cubría como periodista la Semana Negra de Gijón para esta revista, la jefa de prensa del festival literario nos avisó de que el director de la muestra, Paco Ignacio Taibo II, iba a presentar a un autor norteamericano que seguía la escuela clásica de la novela negra.Desde aquel día, he leído tres de las cuatro novelas de William C. Gordon que, como decía Taibo en aquella presentación, “estaba en la estela de las novelas de siempre”, con dos grandes diferencias: Gordon consigue quesus personajes no sean lineales, sino que se conviertan en figuras tridimensionales, con más de un plano y más de una sombra; y la durísima crítica social que hace el escritor californiano no contra los estadounidenses, sino contraun sistema corrupto que aísla a las minorías. San Francisco, 1963. Carlos y Roberto, dos hermanos que trabajan en Conklin Chemical, sufren una severa intoxicación mientras limpian un contenedor.
Solo Roberto logra sobrevivir, pero su estado es muy crítico. Samuel Hamilton se encarga de cubrir la noticia, mientras sigue investigando unos extraños sucesos ocurridos en Chinatown: veintiún ancianos del barrio han muerto de forma inesperada. El análisis forense demuestra que todos ellos habían bebido agua embotellada de la misma marca, que contenía una cantidad mortal de arsénico.A medida que avanza la investigación, Samuel se da cuenta de que los dos casos están relacionados. A cada nueva revelación, va adentrándose en una compleja trama de corrupción en la que se ve involucrada una de las más sagradas esferas del poder: la justicia. 




-¿Quién es Samuel Hamilton? ¿De dónde sale?
-Samuel Hamilton salió de mi. Primero no quería un detective “macho” como protagonista, quería un vago perdido que esta depresivo y un poco borracho que con el tiempo podía cambiar y tener fuerza, pero también que no podía hacer las cosas solo y necesitaba otras personas para tener éxito. Empecé lento, situándole en un tiempo donde no había cosas modernas como teléfonos móviles o máquinas de fax y ADENA. Entonces yo y el lector podíamos observarlo, crecer lentamente para hacer la persona que ya es en mi última novela. La cosa más importante de él es que no es el típico “macho”. Esta buscándose a sí mismo al mismo tiempo que está buscando al criminal. Creo que todo lo que escribe el autor es autobiográfico como decía Hemmingway y, sin duda, quería sentir el personaje, hacerle crecer, exactamente, como yo también he crecido escribiendo estas novelas. La cosa que no sabía era que iba tener el éxito que ha tenido y que iba tener que explicarlo en una manera tan personal. No te olvides que hay otros personajes que también cumplen para expresar  mis sentimientos en estas novelas y, lo que no dice Samuel, lo dicen otros.
Como decía Hemingway, todo lo que
escribe el autor es autobiográfico como
mis personajes, como yo mismo, que he
crecido escribiendo estas novelas
-En tu nueva novela vuelven a aparecer los inmigrantes ilegales como grandes víctimas, no sólo de un individuo, sino del sistema, ¿qué te asusta más la explotación del hombre por el hombre, o que el sistema anule al ser humano y lo convierta en un número más?
-La búsqueda de la justica social ha sido el tema central de mi vida. La persona marginal siempre sale mal parado en cualquier sociedad. Desde que “el gringo” robó el Oseste de México, el (y ella) se convirtieron en marginales dentro de esta región, pero no están solos. Ahora vienen de todo el mundo. No creo que esta situación vaya a mejorar. Yo hablo de lo que he visto en mi propia vida, pero si uno lee la historia se dará cuenta de que esto siempre ha pasado. Puedes intercambiar la raza, los países... Y me temo que en el futuro las cosas no van a cambiar.
-Dices que muchos personajes te representan de algún modo, ¿quiénes son Bernardi y Melba con respecto a William Gordon?
-Bernardi es la voz de la ley: justo y, al mismo tiempo, firme. Juzga a la gente en base a las pruebas, no por lo que son. Melba es diferente porque es una persona real con que la tuve una relación durante 25 años y a quien yo quería mucho. Ella refleja mis valores de cariño y fortaleza hacia los que tiene cerca.
-Has sido abogado durante muchos años, incluso has llegado a participar en el caso Allende, del que no te gusta hablar, ¿has utilizado alguna vez uno de esos casos en tus novelas?
-Todavía no, pero uno nunca se sabe qué va pasar. Si tiene cabida en lo que estoy escribiendo, puedo usarlo, pero no lo planeo con antelación. La verdad, es que me dejo sorprender.
-Se suele decir de ti que escribes a la manera clásica tus novelas, pero no usas a las mujeres a la manera clásica, como meros objetos, ¿por qué decidiste no comportarte como uno de los tantos escritores machistas de novela negra?
-Eso es el punto. No quería el macho en estos libros y, si aparecían, quería usarlos como los típicos machistas. Mi madre crio tres hijos sola, ocho de mis diez casas del zodíaco son femeninas y tengo mujer. No puedo tratar a las mujeres como objetos porque no lo son. Además me encantan las mujeres como personas y amigas.
--En la novela los personajes no quedan satisfechos con los dos veredictos que dicta el juez, ¿es un reflejo de lo que piensa William Gordon?
-Estaba escrito para ser injusto. El primero de los sucesos es injusto, pero pasa generalmente. En la realidad, el Fiscal no hubiera seguido investigando hasta a ese punto porque no tenía pruebas. El segundo era un abuso muy fuerte porque el tipo era absolutamente culpable y era una injusticia imperdonable. Debía estar preso.
-Hablas de lo difícil que le resulta a Samuel Hamilton no tener trabajo. Imagino que conoces la situación de España con respecto a la falta de empleo, ¿qué responsabilidad crees que tiene el ciudadano y cuánta los poderes fácticos?
-Depende. Creo que en la situación de EEUU y España la gente quizá tenga muy poca responsabilidad porque el Gobierno dejó que la corrupción destruyera la economía.
-Samuel le dice a Blanche, la hija de Melba, cuánto le ha cambiado la vida, ¿quién y cuánto le ha cambiado la vida a William?
-Eso es exageración. Intento que sigan juntos porque las historias de amor ayudan a superar los traumas. También es hija de Melba. Si lo dejasen se romperían.
-En un momento de la novela mencionas el asesinato de Kennedy y cuánto afecta a los personajes, ¿crees que cuando se haga público el expediente JFK nos llevaremos una sorpresa?
-Kennedy no fue el mejor presidente de EEUU. Era un momento de esperanza para la gente joven y se pintó como un príncipe. Fue horrible  tanto para el país como para su familia lo que le pasó. La verdad es que tomó decisiones que no eran tan buenas para el futuro del país. Él es el promotor de la idea anticomunista de los gobiernos de Sudamérica que llevó a Nixon a cometer los crímenes contra Chile. Sí que hizo cosas buenas contra el racismo. Pero, al fin, era una historia escrita en Hollywood.
“Kennedy no fue el mejor presidente de
EEUU. Era un momento de esperanza
para la gente joven y se pintó como un
príncipe. Fue horrible lo que le pasó”

-¿Por qué la presencia de la comunidad china en tus novelas? ¿Qué importancia tienen para ti?
- Porque Chinatown en San Francisco es el gueto chino más grande de todo el mundo. Se formó porque el estadounidense no les dejó vivir en otras partes de la ciudad. Era un gueto como el gueto mexicano donde vivía yo en los Ángeles. Simplemente, uno, no puede ignorar esa parte de San Francisco, donde se quedaban costumbres muy antiguas se mantienen durante tantos años. Es sumamente fascinante, aunque, realmente, sé muy poco lo que pasa allí. La mayor parte la imagino.







































miércoles, 1 de octubre de 2014

CUESTIONARIO NEGRO DE ALEXIS RAVELO

ALEXIS RAVELO


Nombre: Alexis Ravelo
Fecha nacimiento: 1971
Lugar de nacimiento: Las Palmas de Gran Canaria
Delitos:  novela negra, el cuento y el microrrelato.

Ravelo es uno de esos escritores que uno no sabe bien de dónde ha salido, pero ahí está ganando los premios más importantes, cosechando críticas que bastarían para elevar al cielo a los más lerdos, pero él no es así. Dicen que viene de familia humilde, y debe ser así porque sigue esgrimiendo la humildad como bandera, y la mejor literatura como escudo.
Alexis Ravelo es un canario que lleva la literatura negra más allá del paradigma y la convierte en LITERATURA sin ambages.
Su bibligrafía, para quien no la conozca va más allá de la novela; y su novela, va más allá de lo correcto para instituirse como un auténtico maestro.
Relatos
Segundas personas, Cabildo de Fuerteventura, 2006
Ceremonias de interior, Baile del sol, 2006
Algunos textículos, Anroart, 2008
Novelas
Tres funerales para Eladio Monroy, Anroart, 2006
La noche de piedra (La iniquidad), Anroart, 2007
Sólo los muertos, Anroart, 2008
Los tipos duros no leen poesía, Anroart, 2011
Los días de mercurio (La iniquidad II), Anroart, 2010.
Morir despacio, Anroart, 2012
La estrategia del pequinés, Alrevés, 2013
La última tumba, Edaf, 2013

Una época para vivir.
Esta.
¿Por qué?
Nunca habíamos avanzado tanto en el terreno ético, pero nunca había existido un desajuste tan grande entre la ética y su plasmación social y política. Así que creo que esta es una buena época para vivir, y luchar por solucionar esa escisión, colaborar en la tarea de hacer que una moral humanista vuelva a invadir lo público.
 Estás planeando asaltar un tren, elige a tres escritores de novela negra, para formar parte de tu cuadrilla.
Primero, a Raúl Argemí: es un tipo discreto, muy inteligente y, llegado el caso, tipo duro y hombre de acción. Segundo, si pudiera resucitarlo, a Jim Thompson. Pero habría que vigilar que no se emborrachase. Tercero, a Kike Ferrari. No solo es buen camarada, sino que sabe Taekwondo, y eso siempre es de utilidad.
¿Cuál es el crimen, actual o histórico, que más te ha conmocionado?
Me conmocionan, sobre todo, los crímenes de Estado, los asesinatos y desapariciones colectivos. En ese sentido, por citar algo que nos toca de cerca, la represión franquista (prisiones, campos de concentración, torturas, violación de domicilios, ejecuciones sumarias, desapariciones en cunetas), que aún no ha sido investigada, continúa llenándome de horror. Pensar que vivo en un país sembrado de fosas comunes que nadie quiere abrir me produce escalofríos.
¿Policía o delincuente?
Delincuente.
Tu protagonista es un/a alcohólico/a con un pasado que le atormenta y con pulsión autodestructiva, ¿es capaz de enamorarse?
Claro que sí. De lo que no será capaz, acaso, es de llevar eso a un buen final.
Un autor de novela negra.
Cinco: Jim Thompson, Horace McCoy, Jean Patrick Manchette, Friedrich Dürrenmatt, Patricia Highsmith.
Una novela negra.
1280 almas.
¿A quién no matarías nunca?
A un ruiseñor.
Si te pregunto a quién matarías, ¿responderías o es políticamente incorrecto?
Claro que respondería, solo has de preguntármelo. Aunque te digo ya que nos buscaríamos los dos un problema, porque el tipo al que me cargaría ya ha secuestrado publicaciones y pedido prisión para viñetistas por caricaturizarlo fornicando, así que si se habla de darle matarile, íbamos a acabar tú y yo en el calabozo.
Un personaje de novela negra.
La asesina sin nombre de Fatal, de Jean Patrick Manchette.
Dejas la novela negra, ¿te dedicas a escribir novela rosa o te dedicas a la recolección de la patata?
Me dedico a las papas, seguro. Antes el trabajo duro y noble que la prostitución de baja estofa.
Dime qué te sugieren estos nombres:
                -Sam Spade
Un Satanás Rubio muy simpático, pero prefiero al Agente de la Continental.
                -Bonnie and Clyed
Dos tarados.
                -Lee Harvey Oswald
Un inútil.
                -Sherlock Holmes
Personaje perfecto. A veces, demasiado.
                -Miss Marpple
Una viejita simpática cuando la encarna Margaret Rutherford, pero unos cuentos perfectamente olvidables.
                -Philip Marlowe

Un tío con el que me hubiera gustado compartir una copa.